miércoles, 23 de septiembre de 2015

Reseña #23: Un iPad en los 80, Mac Lupén

Mac Lupén es ilusionista, escritor y hombre de recursos. Combinando su faceta mágica con sus competencias lingüísticas ha creado una obra que vulnera las leyes del espacio tiempo; Un iPad en los 80 nos invita a viajar, desde la época actual al Madrid de hace tres décadas. Antes de iniciar esta expedición al pasado quiero advertirles a los amantes de lo digital que quizás se sientan decepcionados, a pesar del título, en la novela no hay más referencias a las nuevas tecnologías que la portada y el Mac del autor.

Esta lectura bien podría calificarse de exprés, no solo por su escaso número de páginas sino también por la ligereza del argumento. Un iPad en los 80 probablemente pasará sin pena ni gloria por vuestra estantería, no obstante, cumple con creces uno de sus principales cometidos, el de entretener.

El escritor ya contaba con experiencia como columnista y escritor de artículos de opinión antes de publicar su primera novela, 13 citas por internet. En 2014 Lupén volvió a la carga con la obra que hoy reseño; fue publicada por Éride Ediciones y tuvo una difusión destacable comparada con la de otras obras a escala novel. Con sus dedos entrenados, no sólo en el manejo de cartas sino también en el de las palabras, el autor ilusionista (e ilusionado) desarrolla una prosa sencilla y cercana, muy fácil de leer.

Sinopsis

El Dr. Marcos Mata, divorciado de 39 años, se somete a una intervención quirúrgica en el hospital donde trabaja. Se despierta de la anestesia en la casa de sus padres y descubre que vuelve a tener ocho años. Son los años ochenta. Sin poder comprender lo que ocurre, a partir de ese momento, tendrá que volver a vivir su vida, de la cual no ha olvidado ningún detalle. La relación con sus padres, con sus compañeros, con las chicas… Sabe que puede cambiar la evolución de las cosas; pero también que hacerlo tiene sus consecuencias. Marcos saca provecho económico de sus conocimientos sobre lo que aún no ha ocurrido pero… ¿Qué hay de los sentimientos? ¿Se es feliz apostando siempre al caballo ganador? ¿Qué harías tú si pudieras volver a vivir tu propia vida?

En la contraportada del libro además de este breve resumen hay un par de líneas dedicadas al autor. Quiero destacar la última frase, “Mac Lupén… y no mires a quién”, que en combinación con la seductora pose que el ilusionista adopta en la fotografía induce a confusión. No queda claro si nos quiere hacer un 2x1 en gafas graduadas o invitarnos a unas fantas. En cualquier caso, vamos a darle la vuelta al libro y a comenzar por el principio.


Reseña

El resumen anterior es un buen aperitivo para abrir boca pero le deja muy poco margen a la reseña, ya que básicamente es a lo que se reduce el libro. No hay muchos spoilers que censurar ni giros inesperados, aunque la trama resulta entretenida es bastante lineal. 

Madrid, 2014. Marcos Mata se somete a una operación de masa en colon ascendente. Y antes de que vengan los señores del MIR a azotarme con sus tumores extirpados, confieso no tener ni idea de lo que acabo de acabo de decir; me he limitado a reproducir, posiblemente fuera de contexto, una de las citas del libro. Quistes de simpatía dudosa a parte, la enfermedad del doctor Mata no es relevante para la historia, así que pasemos por alto mis errores y unas cuantas páginas de la novela.

Los padres de Marcos debían de tener un sótano
 muy grande para guardar tantos niños
Madrid, 1983. La acción comienza cuando este heartbreaker de quirófano se despierta de la anestesia en casa sus padres. Curarse con los calditos de mamá habría sido motivo de dicha de no ser por la transformación que sufre el protagonista. Como bien recalca Lupén en una de las primeras páginas, Marcos se despierta en el cuerpo de su yo de 8 años.

Imaginaos la situación, una mente de cuatro décadas atrapada en un cuerpo que apenas suma una. El asunto da para tirar del hilo, incluso para toquetear la teoría de cuerdas (y ahora van a venir los físicos a darme lo mío), pero el autor lo deja estar y tan solo le dedica unos párrafos apurados al despavilar del crío. Es tendencia en las novelas actuales que cuando algo escapa al entendimiento de los personajes estos hagan un intenso ejercicio de reflexión. Lupén se sale de la rutina en este sentido y va directo al grano;  bien, punto positivos. Pero ni tanto ni tan calvo, se olvida de dar explicaciones, de conferirle a la historia una mayor profundidad, de contarnos algo más que la vida y milagros de Marcos Mata; mal, punto negativo. 

Qué hubiera pasado con el mundo si los niños hubieran sido como la generación de mis sobrinos desde el principio de los tiempos… La revolución industrial con la madre abandonando la máquina de coser para asegurarse de que el niño no se cae al suelo por dejarlo solo.

Superado el breve shock inicial, el nuevo Marcos se convierte, para angustia de sus padres, en un inadaptado fumador precoz. Tocando teta se le pasan los días en la nueva vida hasta que descubre que valiéndose de sus recuerdos puede influir en el futuro que conoce. Y el chico va y se mete exitosamente de lleno en el negocio de la especulación. El desenlace pilla de sopetón, retuerce un poco la linealidad del argumento y deja varias preguntas en el aire, que a mi me sugirieron otras cuestiones. ¿Habrá traído Amancio Ortega la moda de Zara desde el futuro? ¿Viajaría Steve Jobs en el tiempo encima de la mesa de un quirófano? Aquí se acaba el libro de Mac Lupén y empieza uno de Iker Jiménez.

Es inevitable ponerse en el pellejo del protagonista y evocar cómo sería casi reempezar la vida. Creo que el escritor lo ha sintetizado bien, aunque quizás demasiado: frustración inicial, resignación... ¿Y luego? Posiblemente tratar de explorar aquellos caminos que quedaron atrás en alguna encrucijada. La novela se lee rápido y entretiene, pero aparte de esta breve invitación al ejercicio mental no va más allá. El autor ha tenido una idea buena, y más si consideramos su intento de castellanizar el efecto mariposa, pero podría haberla desarrollado de una forma mucho más llamativa.

Muchas gracias a Éride Ediciones por facilitarnos este ejemplar y a Mac Lupén por recordarme que tengo que ver los últimos episodios de Cuéntame.

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